sábado, 28 de febrero de 2009

Testimonio de Leandro Ojeda

Pocas veces sentí tan de cerca el cielo. Pocas veces pude palpar tan de cerca el hogar celestial. Había lágrimas, pero la esperanza era abrumadora. Había dolor, pero la seguridad del reencuentro era contundente. Todos los presentes podíamos de alguna forma percibir que el cielo es real. Todo por un testimonio, el tremendo testimonio de fe de un joven y su familia…
La familia Ojeda son los únicos adventistas en Hermoso Campo, una localidad de 11000 habitantes, en la provincia del Chaco, en el norte de Argentina. Uno de los seis hijos de esta familia, Leandro Elías, llegó a la UAP en el año 2005 para estudiar comunicación social, a fin de cumplir su sueño de ser un profesional al servicio de la obra de Dios. Pronto se ganó el cariño y el respeto de todos por su dedicación al trabajo y al estudio, su compañerismo, amabilidad y permanente sonrisa. Sobre todo, Leandro, no podía ocultar su pasión por estar cada día más cerca de Jesús y servirlo con todo su corazón.
Durante el último verano, Leandro se dedicó a colportar en la localidad del Bolsón, provincia de Río Negro, en la Patagonia Argentina. Su anhelo era servir allí al Señor y, a su vez, obtenía los recursos para costearse sus estudios. Sin embargo, el 16 de febrero, Leandro, de sólo 21 años de edad, perdió su vida en un fatídico accidente.
Leandro descansó en el Señor peleando la buena batalla. Su vida estaba dedicada a Dios. Entre sus libros, fue hallada una carta que hacía un tiempo había escrito para Jesús. En la parte final de esa carta Leandro expresaba su ruego al Señor: “… dame amor para amar y ayúdame a reflejar tu imagen en la forma de pensar, hablar y actuar… por favor Dios mío, que tu espíritu no se aparte de mí… no quiero sólo en estas horas estar contigo, sino siempre… así, tomados de tu mano llegaremos a aquella tan alta, difícil y anhelada cima… mi máximo sueño… EL CIELO. Te amo”. Leandro nunca se hubiese imaginado que poco tiempo después, su máximo sueño quedaría sellado con la bendita seguridad que tienen los que duermen en Jesús.
El pueblo de Leandro fue conmocionado. Es que él era muy querido y su familia muy respetada, a pesar de tener una fe distinta al resto de la comunidad. Durante el sepelio, muchos se acercaron a saludar a la familia y fueron impactados por el testimonio de los padres, hermanos y tíos de Leandro. La esperanza se podía respirar, la seguridad del reencuentro era contundente. Cuando una persona se acercó a abrazar al padre diciéndole: “¡qué pérdida!”, él respondió con la paz y seguridad que sólo Dios puede dar: “no es una pérdida, es un depósito; pronto volveré a ver a mi hijo”. Durante el funeral, el Espíritu Santo llenó de tal paz el lugar, que podía sentirse tan cerca el cielo, tan cerca…
La hermana mayor de Leandro, Blanca, que por sus estudios estaba residiendo lejos de su familia, hacía ya bastante tiempo que estaba alejada de la iglesia. Al salir de la sala de velatorio, ella se abrazó al féretro de su hermano mientras decía: “mi ángel, mi amigo, mi hermanito, ¿quién va a orar ahora por mí?”. Al acercarme para consolarla, ella me contó entre lágrimas que había encontrado el diario de oración de su hermano. Página tras página, día tras día, Leandro había registrado en su diario su clamor a Dios por la salvación de su hermana. El máximo sueño de Leandro no era egoísta, él no quería el cielo para si sólo, él lo quería compartir y soñaba con que sus amados, especialmente su hermana, también pudieran estar allí.
Tres semanas después, recibí una extensa carta de Blanca en la que se hacía muchas preguntas acerca de la muerte de su hermano. Preguntas sin respuestas. Pero en medio de lo incomprensible, comenzaba a asomar en su corazón la certeza de la fe: “Lo único que sé, es que mi hermano cumplió su sueño… logró que yo vuelva a la iglesia, logró que toda la familia no adventista quiera leer la Biblia. Algunos dejaron de fumar, otros ¡se quieren bautizar!, AMÉN! Su muerte logró que en un pueblito perdido del Chaco, en donde éramos los únicos (adventistas), toda la comunidad esté interesada en saber qué es eso, qué es esa paz, esa sonrisa que caracterizaba a mi hermano especialmente… Gloria a Dios! porque no sabemos sus planes, ni sus caminos, pero sí sabemos que Dios viene pronto!!!” Más adelante, Blanca agrega en su carta: “Ahora sé que su máximo sueño era el cielo, (como lo dice en la carta) y yo no quiero estar afuera, no quiero que nadie quede afuera”.
Sí, el máximo sueño de Leandro se está cumpliendo. Aunque no podamos entender por qué él tuvo que descansar en el Señor tan joven, podemos tener la certeza de que cuando estemos en el cielo “serán esclarecidas todas las perplejidades de la vida. Donde a nosotros nos pareció ver sólo confusión y chasco, propósitos quebrantados y planes desbaratados, se verá un propósito grande, dominante, victorioso, y una armonía divina.

Allí Jesús nos guiará junto a la corriente viva que fluye del trono de Dios y nos explicará las oscuras providencias a través de las cuales nos condujo en esta tierra a fin de perfeccionar nuestros caracteres”.

Blanca termina su carta diciendo: “… oren por nosotros, oren por nuestro pueblito, queremos una iglesia en donde adorar a Dios…”. Es que no hay templo adventista en Hermoso Campo, la familia Ojeda realiza las reuniones de iglesia en su casa. Muchas personas han sido tocadas por el testimonio de Leandro y quieren conocer más acerca de la esperanza del regreso de Jesús. Sin embargo, la casa de la familia Ojeda es pequeña y no hay suficiente lugar para las visitas.
Pero Dios honra la fe de sus hijos. El Señor está utilizando para su gloria el sueño de Leandro. Ha despertado a un grupo de estudiantes voluntarios (JAM: jóvenes adventistas misioneros) de la Universidad Adventista del Plata para construir el templo adventista en Hermoso Campo. Este grupo está recolectando ofrendas de todos aquellos que el Señor llame a sumarse a este sueño. Luego, en las vacaciones de invierno (mes de julio) se trasladarán a Hermoso Campo para iniciar la construcción del templo, visitar los hogares de la comunidad y realizar reuniones evangelísticas.
Creemos que vale la pena invertir en este proyecto, porque es invertir en el reino de los cielos. Al fin y al cabo, esa es la mejor inversión, es, en realidad, el MÁXIMO SUEÑO.
“Mejor que un título de propiedad para el palacio más noble de la tierra es un título de las mansiones que nuestro Señor ha ido a preparar. Y mejores que todas las palabras de alabanza terrenal, serán las palabras del Salvador a sus siervos fieles: ‘Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo’”.

Rodrigo Arias
Capellán UAP

Si crees que el Señor te está llamando a sumarte a este sueño, por favor, comunícate con la directora del grupo JAM, Marlene Müller, al tel 00543434918000 (fax 4910300) o por e-mail: jam@uapar.edu. Desde ya,¡ gracias en el nombre de Jesús!

Fuente: http://www.uap.edu.ar/es/hermoso_campo/

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